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UNA CLAVE PARA ACABAR CON EL MIEDO, LA TRISTEZA Y EL DOLOR

  • ceinte
  • 5 feb 2022
  • 5 Min. de lectura

Gracias por tomarte unos minutos para leer esta reflexión.


Cuando fuimos bautizados entramos a formar parte de la iglesia de Cristo, pasamos a ser parte del cuerpo de Nuestro Salvador y a SER humanos dotados de dones y virtudes celestiales que nos salvan, vivifican y construyen, sin embargo, en el camino de nuestro crecimiento y madurez muchas veces nos alejamos de esa verdad y esencia de nuestra existencia, cayendo en errores que van debilitando nuestra relación con Dios y nos alejan poco a poco de Él (aunque Dios jamás se aleja de nosotros) siendo presa de las tentaciones que nos lleva a cometer pecado y ofender el extraordinario amor que Nuestro Padre Divino tiene por nosotros.


El pecado es una de las circunstancias que debilita el alma, siendo causa de muchos trastornos emocionales, como la depresión, la tristeza, la ansiedad, y otros desordenes que en muchísimos casos no tienen un origen biológico como tal, sino en realidad su causa es totalmente espiritual, el daño que nos genera es tan fuerte que no podemos controlar el dolor y se refleja en dichos desordenes. Las emociones son una riqueza del ser y cuando son bien encausadas sin duda alguna se refleja la felicidad, paz, armonía y fortaleza en la persona, sin embargo, cuando el pecado está presente y ha lastimado el alma se está en un callejón que parece no tener salida y la infelicidad y el miedo son quienes gobiernan nuestras vidas.


Somos amor porque provenimos del AMOR perfecto que es Dios, y cuando estamos en pecado, nuestra alma sufre por estar alejada de ese amor tan maravilloso, dulce y compasivo que es la razón de nuestra existencia y el destino al que regresamos con la muerte, es tanto el sufrimiento del alma que la persona se pierde y sufre cometiendo más y más errores que siguen siendo heridas para el alma, esto no es algo sencillo de entender cuando estamos inmersos solo en el mundo material, pues buscamos respuestas y soluciones solo en este plano y muchas veces a pesar de las terapias con el psicólogo o hasta los fármacos, no llegamos a encontrar esa verdadera paz en el interior.


La solución se encuentra en el PERDÓN, cuando comprendemos que lo que realmente nos llena el alma, el cuerpo, la mente y el corazón de felicidad es Dios y su amor, todo tiene sentido y cambia totalmente la percepción de las cosas y la razón de nuestro actuar. Cuando buscamos el perdón de Dios con profundo y verdadero arrepentimiento y lo encontramos, se libera el alma del dolor y el miedo, la debilidad, la angustia, la ansiedad y la tristeza desaparece porque nuestra esencia divina se vuelve a conectar verdaderamente con la fuente de la vida que es Nuestro Padre Celestial.


Si no eres católico(a) busca a Dios y encuéntrate con Él de la forma que tu desees, pero busca su perdón que siempre está disponible para toda persona que verdaderamente está arrepentida y dispuesta a ser mejor.


Para los católicos (as), quiero hablarles del sacramento de la CONFESIÓN, o también llamado reconciliación o penitencia, todos los sacramentos son muy importantes y cada uno tiene una función específica para la vivificación del alma, sin embargo, este sacramento es un regalo majestuoso de Dios para nosotros, porque es por este medio que podemos alcanzar el perdón y la salvación de forma directa, contundente y firme.




He escuchado a muchas personas que dicen no querer confesarse porque no quieren decir sus pecados con el sacerdote que tal vez tiene más que pecados que ellos, pero hay algo muy importante que debemos considerar, en principio nosotros no somos nadie para juzgar la conducta de los demás, recodemos el pasaje de la biblia (Juan 8 3-11) donde Jesús salvó a una mujer sorprendida en adulterio de ser apedreada, al decir a los que la condenaron que aquel libre de pecado tirara la primera piedra y con amor le dijo una vez que todos se habían marchado: “Mujer, ¿dónde están?” “¿Ya nadie te condena?”, ella respondió—“Nadie, Señor” y con dulzura el respondió: “Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar”, por tanto, si Jesús mismo no nos condena ¿porque nosotros ejercemos juicio y aplicamos condena como culpable a alguien a quien ni siquiera conocemos?, resulta soberbio afirmar si un sacerdote ha cometido pecado o no cuando el único que conoce verdaderamente el fondo de nuestro corazón solo es Dios, el juicio solo corresponde a Dios. Por otra parte, en el sacramento de la confesión, el sacerdote solo es el instrumento material en el que la presencia de Jesús se manifiesta para escuchar y perdonar todas las acciones u omisiones que hemos realizado y que están alterando nuestra paz y nuestra relación santa con Dios, de tal forma que el sacerdote en ese momento más allá de un ser humano, es un instrumento de Dios para la salvación de todos y todas, vamos en busca de Jesús quien es realmente quien nos está perdonando no el sacerdote como tal.


Dios es misericordioso, Dios perdona cuando tu corazón verdaderamente busca el perdón y en ese mismo instante, surge un milagro maravilloso, empieza una restauración de tu interior, se aviva la llama de la alegría, la esperanza, la paz, la fe y la unión íntima con Dios, donde verdaderamente encuentras la verdadera felicidad, siendo su amor el pilar y la roca sobre la cual se sustenta nuestra vida. La LIBERACIÓN que te ofrece una confesión bien hecha no tiene explicación, es una experiencia espiritual de paz que todos podemos vivir.


Una vez que hemos sido perdonados, sanados y restaurados, sigue el siguiente paso, una vez que hemos tenido conciencia de que el pecado nos aleja de Dios y por ende de todas sus bondades y bendiciones, es por amor que debemos perseverar en no volver a pecar, como el mismo Jesús le dijo a la mujer. Como ya se ha descrito en otra entrega de este blog: https://ceinte.wixsite.com/encuentrocondios/post/qu%C3%A9-es-el-pecado, el pecado ofende y entristece a Dios, porque Él quiere darnos su amor día a día y derramar en nosotros todos sus dones y gracias, de forma abundante, Él quiere día a día estar con nosotros y que nosotros estemos con ÉL conviviendo en armonía y felicidad en el paraíso que puede ser nuestro propio ser, pero el pecado viene a destruir todo ello, por lo que en realidad cuando hacemos lo contrario a la ley y amor de Dios, nos estamos autodestruyendo, acabando con nuestro amor propio y nuestra felicidad, y es por ello que Dios detesta el pecado, Dios es Dios sin ti y tus acciones no alteran en nada el orden divino, pero si te destruye o te construye a ti mismo, por lo que ahora te pregunto ¿Qué eliges?


Una buena confesión se entrelaza con el verdadero amor a Dios y la sinceridad y el amor contigo mismo(a).


¡Gloria a Dios! ¡Bendito por siempre! Amén.






 
 
 

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